Alimentación y bebidas

Tercera añada de los vinos más emblemáticos de Finca la Emperatriz

Tras más de quince meses de crianza y otros tantos en el botellero, la cosecha 2018 de Finca la Emperatriz Blanco y Tinto está lista para salir al mercado. Una tercera añada de las dos elaboraciones que conforman la gama alta de la bodega.

Son los dos grandes vinos de esta bodega de Rioja Alta y buena parte de su excepcionalidad se debe a las parcelas de las que proceden: viñedos en vaso de entre 50 y 65 años de edad, plantados en suelos de canto rodado y a 570 metros de altitud. Viñedos trabajados para obtener uvas de máxima calidad. Finca la Emperatriz Tinto y Blanco nacían con la añada 2016 y ahora los Hernáiz presentan la que será la tercera, Finca la Emperatriz 2018 en ambas versiones.

Los Hermanos Hernáiz, Eduardo y Víctor, al frente de Finca la Emperatriz –su proyecto más reconocido–, presentaban estos dos Reservas de Rioja Alta como un nuevo concepto vinícola, pero con la vista puesta en el pasado y en lo que un día fueron los aclamados vinos finos riojanos: con capacidad de guarda gracias a una acentuada acidez que con el paso del tiempo se convierte en frescura y un paso elegante.

Claro el objetivo, nacían estas dos elaboraciones top de la bodega. Finca la Emperatriz Tinto es una combinación de tempranillo, con un 20% de garnacha y un pequeño porcentaje de viura, seleccionados de las viñas más viejas de la finca. Tres variedades que realizan conjuntamente y en depósito de hormigón la fermentación y maceración en frío. Posteriormente el vino pasa a barricas donde hace la maloláctica y una crianza de 18 meses, el 60% en roble nuevo francés y el 40% del vino en barricas americanas de segundo uso.

En cuanto a Finca la Emperatriz Blanco, se trata de un monovarietal de viura con intensidad aromática, gran frescura inicial (en pro de ese desarrollo en botella) y un paso largo y persistente. En lo que respecta a su elaboración, la mitad del vino fermenta en depósito de hormigón y la otra parte en barricas de roble francés de 225 litros. Tiene una crianza de nueve meses en esa madera francesa y ocho más en depósito hormigón.

La 2018 fue una añada mucho más fresca que su antecesora, alcanzando un equilibrio perfecto entre acidez, fruta y madurez, y dando como resultado vinos frescos, elegantes y de final muy largo –tremendamente representativos de la región dónde su ubica el viñedo–. Vinos con acidez suficiente para mantener la frescura en botella largo tiempo, a la par que un tanino suficientemente pulido como para disfrutarlos ya mismo.

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