Por Isabel Fernández
Cuando un cliente llega a un hotel, la entrada o lobby es lo primero que pisa. Esta estancia del proyecto debe estar estratégicamente pensada e ir acorde a la filosofía del establecimiento, ya que será la idea que el visitante perciba del negocio de manera global. Hoy en día, los huéspedes esperan algo más que un lugar para descansar, quieren momentos intrigantes e instagrameables que se extiendan a la mesa del comedor, los espacios comunitarios y la experiencia en general.
El lobby, recibidor o hall es el salón de espera inmediatamente contiguo a la puerta y junto a la recepción, donde los clientes esperan a ser atendidos antes o después de hacer el chek in/out. Habitualmente, los clientes pasan en él entre 15 minutos y una hora. Durante ese intervalo de tiempo es cuando precisamente el huésped valora las instalaciones del hotel. Un primer punto de contacto con el negocio a través del que idealiza la futura estancia que le espera en él.
Hace unos años, el lobby de los hoteles era un simple lugar de paso, un espacio de transición en el que la gente no se paraba. Sin embargo, actualmente es mucho más que eso: es un espacio social en el que los huéspedes pueden disfrutar de su visita y sentirse cómodos después de un largo viaje. De hecho, entre los visitantes más jóvenes se observa una tendencia a utilizar estos espacios como una sala en la que trabajar y relacionarse con otros viajeros, haciendo la experiencia mucho más sociable. También es el lugar donde pueden transcurrir distintas experiencias como mini eventos o presentaciones.
Las primeras impresiones son todo y es, por este motivo, que diseñar el lobby perfecto puede ser un gran reto. Los arquitectos y diseñadores deben crear espacios útiles y bonitos mezclando texturas, colores, luces y, por supuesto, teniendo muy en cuenta el área exterior del hotel.
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