Alimentación y bebidas

Nueva línea Le Vintage 2008 de Dom Pérignon

Las visiones creativas de Dom Pérignon apuntan hacia la armonía como fuente de emoción. Cada proceso creativo tiene sus limitaciones y para la maison el principal límite está en la añada, en un compromiso absoluto de plasmar la cosecha de cada año, sea cual sea el reto, aunque la decisión final sea, a veces, de que no se va a lanzar la añada.

El tiempo es un elemento esencial en la ecuación de Dom Pérignon. El tiempo para que el vino madure de forma reactiva en la botella, en la oscuridad de las bodegas.

Cada añada de Dom Pérignon experimenta una lenta metamorfosis y se va desarrollando gradualmente hasta alcanzar tres plenitudes sucesivas, ventanas de expresión durante las cuales el vino se alza, se expresa y revela una dimensión extraordinaria del espíritu de Dom Pérignon.

Después de más de ocho años de elaboración, la añada de Dom Pérignon es la primera plenitud, la de la armonía. Cada elemento está presente con una increíble precisión en un equilibrio consumado que es la firma perdurable de Dom Pérignon.

El año 2008 estuvo dominado por cielos grises y cubiertos, una excepción en una década caracterizada por un sol radiante y generoso. Pero nada es nunca una conclusión inevitable. El mes de septiembre, tardío y milagroso, salvó esta situación, como sucedió en 2000 y 2006 o en el emblemático 1966. La maduración superó todas las expectativas.

Tras un largo periodo de reticencia, la añada 2008 de Dom Pérignon alcanzó por fin el completo equilibrio. Su carácter fino, puro y atlético ahora también se expresa con calidez. El fruto es pronunciado y claro y la persistencia aromática marcadamente intensa.

Con la añada 2008 Dom Pérignon reinventa el arquetipo de champagne. Representar una expresión clásica del champagne a través del prisma de Dom Pérignon es el reto de la añada 2008.

A la acidez, concisión y pureza aromática esperada de la cosecha 2008, Dom Pérignon añade profundidad, densidad y complejidad. La luz es más cálida y menos dura. Inicialmente poco fino, el champagne gana sustancia, sin rastro de sequedad. Su firmeza se vuelve tónica y atlética y su acidez es menos exagerada y está mejor integrada, haciéndose envolvente. Aquí, reexaminar el arquetipo es descubrir una experiencia bastante diferente, más sofisticada; una experiencia que va más allá, mucho más allá.

La singularidad de la añada 2008 completa lustrosamente la línea de añadas de Dom Pérignon. Durante mucho tiempo, dominadas por el carácter del año y el recuerdo del 1966, la añada 2008 necesitaba todo este periodo para convertirse en Dom Pérignon.

Las añadas de Dom Pérignon fijan sus propias fechas de lanzamiento y la de 2008 precisó más paciencia que la del 2009, presentada antes, un acto sin precedentes en la historia de Dom Pérignon.

En este caso, se manifiesta una vez más la desconcertante simetría entre la maduración tardía de la fruta y la del propio vino, como sucedió en la añada 2006. Se produjo una larga espera para lograr la reciprocidad entre la añada y Dom Pérignon, las cuales se retroalimentaron mutuamente.

La añada 2008 de Dom Pérignon alcanza al fin su primer plenitud, la base de sus futuras plenitudes, cada una de ellas esperada con las mismas expectativas.

Dom Pérignon es, a menudo, el último en pronunciarse. Abre una nueva perspectiva, goza de lo inesperado y se reinventa constantemente para provocar sorpresa o lanzar un desafío. La interpretación altamente personal del Chef de Cave otorga un mayor espíritu y sustancia a la añada. Al recuperar el arquetipo del champagne, la añada 2008 de Dom Pérignon es la más pura esencia del champagne, quizás la paradoja de un “nuevo clásico”.

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