Alimentación y bebidas

Nueva añada de Finca La Reñana Viura 2017

Procedente del viñedo al que debe su nombre, Finca La Reñana, ubicado en Laguardia, esta añada se caracteriza por la histórica helada que afectó a toda la región a finales del mes de abril de 2017. La fuerte reducción de la vendimia tuvo su lado dramático en la economía de la zona pero desde el punto de vista de la calidad, ésta se vio afectada positivamente. A su vez fue un año muy seco llegando a haber periodos declarados de sequía, menos intensos en nuestra alta, fresca y privilegiada sub zona y que también incidieron de forma positiva a la calidad. Esto ha permitido elaborar vinos muy sabrosos, muy aromáticos y con gran capacidad de guarda. En el caso de los blancos, con aquéllos que se vendimiaron pronto (quizás la vendimia más temprana de la historia allá por el 5 de septiembre) se logró la frescura oportuna e idónea para elaborar un gran blanco.

La edad del viñedo de la variedad viura, 85 años, los cuidados, absolutamente respetuosos con el medio ambiente, y la ubicación en la falda de la Sierra Cantabria, a una altitud de en torno a los 650 m permiten unos escasos rendimientos que rondan los 3.500 kg de uva por hectárea, que favorecen una maduración lenta y pausada.

Tras la vendimia manual en cajas, se selecciona la uva en mesa para, después de unas horas de maceración en las que se extrae todo el potencial aromático de la variedad, proceder al prensado y posterior desfangado, durante 24 horas en depósitos de acero inoxidable. De ahí se trasegará a las barricas de roble francés seleccionadas del bosque de Bertranges, muy especial y atípico, donde tendrá lugar la fermentación alcohólica con un control de temperatura exhaustivo e individual en cada una de ellas. Tras ésta, se prolonga la crianza del vino en barrica ocho meses, sobre sus lías finas, y se le aplica un profundo trabajo de battonage para romper las paredes celulares de las levaduras muertas y así extraer las proteínas y monosacáridos (azúcares) que forman parte de la levadura, incrementando de este modo la sensación de grasa y untuosidad del vino.

Las tierras calizas y las variedades de uva que lo forman (90% viura y 10% malvasía) le dan un color amarillo pajizo muy limpio y brillante, sin notas de evolución en este momento. En nariz, a copa parada, destacan los cítricos en forma de pomelo y lima acompañados de elegantes y contenidos matices tropicales. Todo ello integrado en los tonos propios de la crianza en roble de máxima calidad (ligeras notas tostadas y especias como el clavo, vainilla y suaves caramelos). También se aprecian tonos de pastelería, muy discretos y propios de una trabajada crianza sobre lias con “bastoneos” medidos y delicados. En boca se presenta elegante, muy fresco y con buena untuosidad. Gran equilibrio entre fruta, acidez, alcohol y madera, elementos que es fundamental conseguir armonizar en un gran vino. Se aprecia nítidamente todo lo que la nariz aventuraba; fruta, roble integrado, bollería artesana. Largo y muy sabroso.

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