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Sandra Tarruella diseña el restaurante Pepito Grillo del Aeropuerto de Madrid
4-septiembre-2014
Sandra Tarruella Interioristas ha diseñado el restaurante Pepito Grillo situado en la terminal 4 del Aeropuerto Adolfo Suárez Madrid-Barajas.
Este proyecto nace de la invitación de Áreas, compañia internacional y líder en Food & Beverage y Travel Retail, a colaborar en un nuevo concepto de restauración que se diferenciara en estética y servicio de su cartera de proyectos, participando así en el concurso de AENA de 2012 para la gestión de los establecimientos del Aeropuerto Adolfo Suárez Madrid-Barajas.
La localización en la segunda planta del aeropuerto era un antiguo restaurante del grupo de 600 metros cuadrados, próximo al acceso del puente aéreo y la sala VIP. Debido a esta localización, el perfil al que destinaba este nuevo servicio era publico ejecutivo del puente aéreo y a los profesionales del aeropuerto. El encargo era crear un espacio que huyera de la imagen de comida rápida del aeropuerto para invitar a este perfil de cliente a degustar una carta elaborada donde los platos la brasa y ensaladas serían los protagonistas junto a una surtida carta de vinos.
Para este nuevo proyecto el equipo de Sandra Tarruella desarrolló la reforma integral trabajando con volúmenes altos de comunicación diseñados a partir de una composición de revestimientos, así como un juego topográfico de niveles que ayudaban a organizar y jerarquizar el espacio en las zonas de comedor y las zonas de cocina o servicio.
El principal reto era dinamizar y potenciar la preparación de los platos y la exposición de los productos para diferenciarse en los estándares de calidad del resto de competidores e invitar a entrar.
La estrategia fue repartir la preparación de caliente, frio y postres, así como bebidas, en varios puntos del espacio para polarizar la actividad y su atractivo. Para ello se aprovechó la localización de la cocina vista caliente, pero se creó una nueva zona para ensaladas y postres, una nueva barra de mármol blanco país para las bebidas y cafés, así como una estantería de hierro, madera y deployé para la exposición y almacenamiento de vinos. La cocina vista existente se mejoró con unos nuevos mostradores de granito negro que albergaban nuevos puntos de preparación y servicio, pero a su vez se introdujo una nueva barra integrada de madera y hierro para aquellos clientes que quisieran disfrutar del showcooking de la brasa. Esta parte central de todo el proyecto y corazón del negocio se coronaba con una gran estructura de perfles de hierro y unos paneles de materiales como la madera recuperada, el vidrio impreso retroiluminado, el cemento, la malla deployé de hierro retro iluminada y pantallas de comunicación para los platos especiales. Este tótem en altura servía como hito dentro del aeropuerto y soporte para la rotulación en letras de madera recortada sobre los paneles retroiluminados.
Esta misma solución mural tambien se aplicó en el lateral del restaurante más cercano al control de pasajeros del puente aéreo para reforzar su presencia y comunicarse con los clientes, junto con una zona más pequeña de comedor.
Sobre un pavimento de gres porcelánico gris de 1×1 m que recorría todo el espacio de acceso y de cocina se elevó una nueva plataforma de madera de roble teñido a tono de carbón que albergaba los comedores. Esta nueva zona se organizaba en pequeñas áreas separadas por bancos corridos de cuero y cemento donde la madera del suelo se disponía en sentidos opuestos creando un juego de lamas que a su vez subía por la pared y creaba un mural de madera como telón de fondo.
En estos nuevos comedores, así como en la barra de bebidas o en la de caliente, se dispusieron las sillas y taburetes en distintos acabados de madera y cuero conjuntados con mesas o barras con sobres de roble. También se diseñaron muebles de camareros de hierro y roble.
Tanto en el frente del local como en toda la zona de comedores se instalaron unos pórticos de hierro que actuaban a veces de barandilla, zonifcando los límites o las distintas zonas, pero sin interferir en la percepción global del espacio, y otras veces creaban la falsa ilusión de techos que discurrían sobre los comedores potenciando la altura y reforzando la iluminación. Para contrastar con esta iluminación más técnica se introdujeron nuevas lámparas de madera con pantalla distribuidas aleatoriamente sobre las repisas de los bancos y barras.